Ciro Alegría en los ojos de Dora Varona
Trabajo de investigación se apoya en crónicas del escritor.
La poetisa cubana reedita la biografía del gran escritor, hoy considerada novela.
Carlos Villanes Cairo. Madrid.
Ciro alegría y su sombra.
Portada del texto reeditado por Dora Varona.
Atrapar al ruiseñor dorado de la familia en pleno vuelo es como cazar nubes valiéndose de una red. Empeño comprometido y muy difícil. Las biografías de los grandes, escritas por sus familiares más cercanos son, siempre, una tarea riesgosa, y que invitan al cotejo, la reflexión y la polémica.
En 1993, Dora Varona publicó A la sombra del cóndor. Biografía ilustrada de Ciro Alegría, y hoy nos entrega de nuevo esa señera obra con el título de Ciro Alegría y su sombra (341 pp.), editada por Planeta de Lima, con apenas un subcapítulo suprimido.
Varona, casada desde hace 30 años con Genaro Llanqui Mamani, fue la tercera y última esposa del novelista peruano.
Dora Varona se avocó a desbrozar la obra del novelista. Al morir el autor de El mundo es ancho y ajeno dejó tres novelas y un libro de cuentos. Ahora aparecen en los escaparates 27 libros más, editados por la escritora cubana, espigados de inéditos, recopilaciones, compilaciones, epítomes y antologías de relatos y artículos periodísticos, seleccionados por toda América Latina, y, al parecer, todavía quedan cuatro o cinco más
En el prólogo de Ciro Alegría y su sombra, Dora Varona advierte que su obra no será una «estampita de primera comunión», sino la versión de «la más severa de sus críticos, a la vez que la más rendida admiradora». Y cumple su palabra. Pocas veces un biografiado, frecuentemente calificado por ella como «maestro», «hombre superior» y «genio», resulta tan desnudo ante sus intimidades. Tildado de haragán, sucio, descomedido, mudo con los extraños, «incapaz de aceptar las fórmulas impuestas por la sociedad», tímido y «bloqueado por su inaccesible personalidad serrana», descuidado con su persona y con sus hijos –tuvo seis, cuatro con Varona y dos con Rosalía Amézquita–, y perseguido por crueles enfermedades, traiciones políticas, carcelerías, el infortunio y su pertinaz desidia. Y por mujeres –esposas, amantes y arrejuntadas– que no supieron entenderlo.
Al gran trabajo investigativo de la biógrafa para los años de su niñez y juventud, se suman los centenares de crónicas que Alegría dejó, en las cuales siempre tenía un par de parágrafos y muchas veces más para contar su vida. Como hijo de hacendado, periodista precoz, revolucionario y perseguido político, exiliado y triunfador como novelista fuera de la patria, conferenciante y profesor en Estados Unidos, Puerto Rico y Cuba, amigo de famosos y testigo de hechos significativos de la política mundial y peruana que lo llevaron al Parlamento nacional.
Planeta del Perú insiste en llamar «novela» a este libro. De ser así, tal vez ganemos a una narradora, pero perderemos a la biógrafa. De estar inoculadas de ficción estas páginas no podrán ser una seria referencia para futuros investigadores y biógrafos de uno de los novelistas mayores del Perú, cuyo primer centenario celebraremos en 2009.