Contracorriente
Un marco para la décima
VOCACIONES. David Alarco es un devoto de la décima y el repentismo, que es el arte de decir versos improvisados. Aunque empezó tardíamente, se ha convertido en un activo exponente de esta expresión popular. Ahora dirige un grupo consagrado a darle al verso el lugar que le corresponde
Por David Hidalgo Vega
El abogado David Alarco encontró en el verso una nueva terminología para traducir la realidad: lejos de los legajos encriptados de la justicia, lo suyo es el dialecto de la décima, que consiste en decir las cosas en frases de ocho sílabas cortadas por el filo del ingenio. Alarcón practica la variante más difícil, que es la del repentismo. Le ha tomado años aprender a ser ocurrente frente al espejo. Ahora puede hablar y dar la impresión de que estuviera leyendo. Un impulso interior lo ha convencido de que tiene por misión perpetuar este arte: en el 2003 fundó el Taller de la Kontroversia, un grupo de malabaristas de la rima que ejercita la improvisación sobre ritmos musicales peruanos. Con verbo y ritmo se llega a cualquier parte.
¿Cómo empezó con la décima?Un poco tarde. A los 38 años ingresé a la Universidad Garcilaso de la Vega, Facultad de Derecho. Un día hubo una situación que no me parecía la correcta y empecé a escribir una columna que denominé «Punto de Vista». Salía semanalmente. En la edición número 3 empecé a escribir en verso y así seguí en adelante. Un día un profesor me dijo que lo que había escrito era una décima. Yo no sabía qué era eso. Hasta que encontré un libro de Nicomedes Santa Cruz y allí me di cuenta. En el 96 empecé a frecuentar a un grupo de gente que hacía décimas. Un día los vi transpirar conversando sobre los payadores. Decían: «¿Qué sentirán cuando improvisan?». Yo les dije: «Lo mismo que podríamos sentir nosotros». ¿Por qué no?
No era tradición familiar.No conozco familiar que haya practicado el verso o me lo haya transmitido. Más bien sí recuerdo que de niño cambiaba las letras de las canciones, improvisaba, pero lamentablemente nadie me vio. Ahora hay una cantidad de niños que tienen esa posibilidad, pero los profesores, sin ánimo de criticarlos, no tienen las herramientas elementales para enseñarles este arte. Mira, hay dos ritmos que dominan el mundo: hip hop y reggaetón. Si se enseñara el verso tradicional español en las escuelas, podrían realizar concursos de esos ritmos con temas como historia, geografía, lenguaje. Raperos y reggaetoneros cantan en seis sílabas. La décima es octosilábica.
Es parte del folclore continental.El canto con décima y el verso improvisado son inherentes a todos los pueblos de habla hispana. En Colombia tocan el acordeón y los repentistas se enfrentan en contrapunto de vallenato; en la parte sur del continente –Uruguay, Argentina y Chile– se les llama payadores; ni hablar de México, que tiene el songo azteco, el son veracruzano; y Cuba, cuna del canto guajiro. Nosotros tuvimos al más grande repentista de América. Se llamó Francisco de Paula del Castillo Andraca y Tamayo, más conocido como ‘El Ciego de la Merced’. Mientras acá lo teníamos a él, en México tenían a Sor Juana Inés de la Cruz. Si usted pregunta a los jóvenes por ella, la ubican. Si les pregunta por él, ni les suena.
El referente más popular es Nicomedes Santa Cruz.Un maestro. Nadie ha superado lo que hizo. Su disco «Cumanana» tiene un desarrollo del verso en ritmos afroperuanos que ya nadie practica. Muchos músicos no se dan cuenta de lo valioso que es tener como herramienta el verso. Allí se elimina el uso de gerundios, diminutivos, ruidos. La palabra tiene que tener eufonía, sonido musical.
¿Le costó dominarla?Yo empiezo a improvisar en el año 1999, en un local a tres cuadras de mi casa. Me había cansado de practicar frente a mi espejo. Lo interesante fue que me metieron un hincón, me presentaron como «un manco que no le ganó a nadie». Entonces salí como un león suelto a comerse a los cristianos. Me acuerdo que al poco tiempo llegaron unos argentinos, uno era Curbelo, famoso repentista del sur. Me enfrenté a él en San Juan de Miraflores y me fue mal. Pero así es: Si no juegas, no aprendes.
¿Por eso formó el Taller de la Kontroversia? La idea salió tras un viaje a Cuba que hice en el 2001. Estuve 15 días en la Ciudad de las Tunas y me enfrenté a la mejor repentista del mundo, que se llama Tomasita Quiala Rojas; almorcé tres días seguidos con el mejor repentista del mundo, que se llama Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí; y pude empaparme de la sabiduría del arte cubano. El día anterior a mi regreso, el director de Cultura me regaló un cerro de «La Gaceta Lírica de Cuba», una revista fundada por Nicolás Guillén. Es el mayor tesoro que tengo.
¿Antes ya había salido?En el 99 estuve en Chile. Y el año pasado regresé como invitado para el decimocuarto Encuentro Internacional de Payadores en Casablanca, con un equipo de cuatro personas. Lo hicimos muy bien, sobre todo en dislate, que es una forma de hablar con metáforas fantasiosas. En Iberoamérica está poco cultivado, pero aquí Serafina Quinteras lo usó en ese tema que dice: «Haremos casas de ochenta pisos, ómnibus nuevos, más de cien mil». Y eso de: «Y las corvinas nadarán solas con su limón». Eso es dislate, claro que sí.
El repentista es como un juglar.Mira, el 2007 estuvimos en un encuentro en Esmeralda, la zona afroecuatoriana, cerca de Colombia. Había gente de México, Ecuador y Perú. Allí conocí al doctor Elías Chessani, un médico mexicano que dejó su profesión para dedicarse al songo azteco. Con eso te digo todo.
¿Acá todavía tiene que luchar por reconocimiento?Muchas veces se pone la décima en un lugar rezagado. He estado en locales criollos donde, cuando ya se habían cansado, me decían: «Oye, aprovecha para que digas tus décimas». Pero yo no decía nada. Uno tiene que guardar su lugar. Yo no soy cantante, pero tengo dos cantautores y un intérprete. Hemos batallado mucho para cerrar en zamacueca una décima, para cerrar en landó, para cantar décimas en huaino. Hemos logrado cosas importantes. Algunos critican porque canto feo, y es cierto. Pero se trata de dar el incentivo para que otros sigan, para salir del molde.
¿En qué se inspira?Un decimista suele usar una situación sentimental o anecdótica. Hace años hicieron un disco en Chile en el que incluyeron una décima dedicada a sus desaparecidos. Yo quise hacer una para los nuestros. Pero no desde el punto de vista del que llora a un familiar, sino del mismo desaparecido.
¿Cuántas tiene?No sé, doscientas, trescientas. Tengo una que espero que sea como un himno del pisco. La usé en Chile, cuando me tocó un contrapunto de pie forzado, en el que tienes que terminar con la frase que te lanzan. Alguien gritó: «El Pisco es chileno» y todos se mataron de risa. Había dos mil personas. Entonces pedí zamacueca y dije: «En nubes de fantasía/ va lloviendo de aguardiente/sobre esta bendita gente/ todo un néctar de ambrosía./ Un licor que es poesía/ del más sagrado terreno/ porque viene de mi seno/ ya que el pisco es bien peruano/ aunque hoy me dice un hermano/ ‘Dicen que el pisco es chileno'». Todos se volvieron a vacilar. A mí me parece más relevante esa estrofita que muchas composiciones que yo haya escrito antes.
¿El taller es para perpetuar este arte en gente joven?El taller tiene como meta la enseñanza no solo del verso español, la décima, sino crear un grupo de repentistas. Eso va a incentivar a los niños a leer, agarrar el diccionario, a saber quién fue Calderón de la Barca, Lope de Vega, Dante, García Lorca. Ojalá que una institución privada se interese en difundir el repentismo. Yo creo que en seis meses puedo tener a un grupo de niños improvisando. ¿Te imaginas qué pasaría con un niño o una niña que canta bonito? Si, además, dominara el verso, se iría donde quisiera.
Tradición de repentistasEl canto improvisado es un sonido que viene de lejos. Ricardo Palma consigna su favoritismo por «los cantos del trovador provenzal, las baladas del lemosín, los cielitos del payador argentino». «Esas rimas son arranques espontáneos del espíritu, nada deben al arte. Por eso hemos mirado siempre con profunda admiración a los improvisadores de versos, atendiendo poco a la corrección del consonante y mucho a lo sentencioso del concepto», precisa el tradicionista en la historia sobre ‘El Ciego de la Merced’.
«Aunque era ciego de nacimiento, su instrucción era notoria y tocaba con suma habilidad varios instrumentos», dice Palma del célebre repentista fray Francisco del Castillo, religioso de la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes, cuya vida rescata de un ejemplar de «La Gaceta» de Lima.